La terapia electroconvulsiva (TEC), un tratamiento que implica convulsiones inducidas para tratar enfermedades mentales graves, puede causar una gama más amplia de efectos adversos de lo que se pensaba anteriormente. Un nuevo estudio, publicado en el International Journal of Mental Health, ha reavivado el debate sobre la práctica y ha dado lugar a pedidos de una suspensión temporal en espera de una mayor investigación.
Más allá de la pérdida de memoria: ¿un espectro más amplio de daños?
Si bien la pérdida de memoria a corto y largo plazo son consecuencias bien documentadas de la TEC, la investigación identifica 25 efectos secundarios preocupantes adicionales, que incluyen problemas cardiovasculares, fatiga persistente y embotamiento emocional. El estudio encuestó a 747 pacientes de TEC junto con 201 familiares y amigos para evaluar los daños potenciales más allá de las consecuencias inmediatas del tratamiento.
La TEC se administra a aproximadamente 2.500 personas anualmente en el Reino Unido, principalmente para la depresión grave resistente a otras terapias, así como para afecciones como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y la catatonia. El procedimiento implica administrar corrientes eléctricas al cerebro bajo anestesia para desencadenar convulsiones, generalmente durante 6 a 12 sesiones.
Investigación defectuosa, preguntas serias
El autor del estudio, el profesor John Read de la Universidad de East London, sostiene que la base de evidencia actual es insuficiente para justificar su uso continuo. “Dado que todavía no sabemos si la TEC es más eficaz que el placebo, estos nuevos y sorprendentes hallazgos hacen que sea aún más urgente suspenderla en espera de una investigación exhaustiva sobre la seguridad y la eficacia”, afirmó.
La investigación encontró que casi una cuarta parte de los participantes (22,9%) informaron problemas cardíacos como arritmia después de la TEC, mientras que más de la mitad (53,9%) experimentó dolores de cabeza recurrentes. Tres cuartas partes (76,4%) de los pacientes informaron embotamiento emocional. Algunas personas también experimentaron deficiencias funcionales, como dificultades en las relaciones, desafíos de navegación y pérdida de vocabulario.
Cuentas de pacientes: consecuencias que alteran la vida
Sue Cunliffe, una ex paciente de TEC, describe que el tratamiento “arruinó completamente mi vida”. Ella informa problemas duraderos del habla, temblores, problemas de equilibrio y déficits cognitivos que le impiden trabajar como médico. “Una semana antes de la ECT estaba en una máquina para correr, jugando al bádminton y escribiendo poesía, y seis semanas después me caigo por las escaleras, magullada”, dijo.
Opiniones divididas entre los profesionales
La TEC sigue siendo un tratamiento polarizador dentro de los círculos de salud mental. Si bien algunos médicos informan resultados positivos, persisten dudas sobre su eficacia y efectos a largo plazo. La profesora Tania Gergel, directora de investigación de Bipolar UK, afirma que “no hay evidencia que respalde las afirmaciones de que la TEC moderna conlleva algún riesgo importante para la salud física o que causa daño cerebral a largo plazo y deterioro permanente del funcionamiento cognitivo”. Destaca su utilidad para estabilizar los síntomas agudos, lo que permite a los pacientes participar en estrategias de recuperación más amplias.
Sin embargo, el profesor George Kirov de la Universidad de Cardiff destaca la naturaleza “altamente efectiva” de la TEC, observando mejoras en el 60% de los casos de depresión grave. Atribuye la infrautilización en el Reino Unido al estigma, destacando su uso más frecuente en el norte de Europa. Kirov sostiene que los metanálisis demuestran la superioridad de la TEC sobre los antidepresivos y otras intervenciones.
Preocupaciones éticas y poblaciones vulnerables
Lucy Johnstone, psicóloga clínica, señala problemas sistémicos que rodean la administración de TEC. Ella enfatiza que pocos pacientes son plenamente conscientes de la práctica continua del procedimiento y que las mujeres mayores se ven afectadas de manera desproporcionada, y un tercio lo recibe en contra de su voluntad. También señala una correlación preocupante entre el uso de TEC y el abuso doméstico entre los pacientes, lo que sugiere que el tratamiento a veces se implementa cuando otras intervenciones fallan.
Supervisión regulatoria e investigación futura
Las pautas del Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud y la Atención (NICE) restringen la TEC a casos agudos que ponen en peligro la vida, preferencias del paciente basadas en experiencias previas o situaciones resistentes al tratamiento. Las clínicas acreditadas deben registrar datos sobre la entrega y los resultados. Sin embargo, continúan los llamados para una mayor regulación y más investigaciones sobre los efectos a largo plazo.
El debate en torno a la TEC subraya la necesidad de una evaluación rigurosa tanto de sus beneficios como de sus riesgos, particularmente teniendo en cuenta el potencial de daño irreversible.
La controversia actual resalta la necesidad urgente de ensayos más sólidos controlados con placebo para determinar si la eficacia de la TEC justifica sus efectos secundarios conocidos.













































